jueves, 27 de mayo de 2010

Curso para tu primer viaje en bici

El próximo 10 de junio en Barcelona volvemos a hablar de cicloturismo, pero no del de las marchas cicloturistas en que los cicloturistas van a toda velocidad. Hablaremos de cómo preparar una travesía en bicicleta para disfrutar del entorno, cada cual a su ritmo, con una bicicleta en la que cargas lo imprescindible para ser liviano, libre, autónomo y estar cerca de la naturaleza.

Es una especie de curso práctico y teórico pero en plan mesa redonda para preparar tu primer viaje en bicicleta. Será cortito (1 hora) y la idea es que cada cual pueda aportar sus conocimientos y experiencias, además de preguntar para que los demás le aclaren sus dudas. Lo organiza el Centre Cívic Parc-Sandaru. NUEVO HORARIO: 20 horas. Entrada gratuita.


En la foto, un simple campamento improvisado (como siempre) en la estepa del centro de Mongolia, atrae a los siempre curiosos nómadas que llegan con sus caballos a saludar al forastero.

· Qué material necesitas
· Qué bicicletas te conviene más
· Cómo trazar la ruta sobre el mapa
· Dónde dormir
· Cómo obtener agua potable durante el viaje
· Alimentación cicloturista
· Cómo transportar el equipaje
· Cómo prepararse físicamente
· Cómo documentarse previamente
· Cómo desplazarse hasta el punto de partida con la bici (transporte público)
· Etc.

domingo, 16 de mayo de 2010

Iñaki Ochoa de Olza, amor (puro) por las montañas

El pasado Sant Jordi me regalaron un libro de montañismo: Bajos los cielos de Asia. Había oído hablar de su autor, Iñaki Ochoa de Olza, pero no le conocía en absoluto. Muchos sabrán de él o les sonará su nombre porque el entrenador del Barça les puso a los jugadores del primer equipo un video sobre la forma de vivir de Iñaki y sobre cómo un montón de montañeros arriesgaron su vida para intentar rescatarle cuando sufrió un edema muy cerca de la cumbre del Annapurna, en mayo de 2008. Imagino que Guardiola quería inspirarles y motivarles antes de un partido crucial, no sé cuál sería, pero eso poco importa. Me han dicho que hoy juega el Barça también. No paran estos del fútbol, siempre arriba y abajo, y medio planeta pendiente de ellos... Pobrecillos...

A diferencia de la Liga del fútbol, el libro de Iñaki me ha cautivado desde la portada hasta los agradecimientos. Lo he devorado en menos de una semana, pero al mismo tiempo he saboreado todos sus matices, desde sus inicios en el mundo de la escalada hasta su profesionalización como himalayista de prestigio mundial. Lo leía en cualquier parte, sin distraerme por frenazos, cláxones impacientes, televisores a todo volumen, conversaciones intrascendentes a viva voz en el vagón del Metro...

La forma de explicarse de Iñaki era natural, hipnótica y precisa. Sus andanzas por las montañas conjugaban humildad y admiración por todo lo auténtico que que le rodeaba. Por unos días he tratado de ser él o, al menos, ir tras sus huellas. Una vez comenzaba un capítulo, no podía cesar de leer hasta completarlo.

Bajo los cielos de Asia no es la biografía de un ochomilista mediático, aunque Iñaki escribía crónicas en el Diario de Navarra, colaboró con Al filo... y fue contratado por National Geographic. Este libro es la esencia del montañismo en palabras. Es el amor por las montañas y la gente que allí vive y muere. Por la libertad, el compañerismo, el espíritu nómada y viajero de quien se sabe pasajero, se reconoce intrascendente, y acierta. Su vida y su obra son verdaderamente inspiradoras.

Ahora seguiré con el resto de libros que hay sobre la mesilla de noche, el bidé, el despacho... Y es que por mucho que digan algunos, no hay nada mejor que tener varias lecturas comenzadas a la vez. Es como hacer zapping. O no.

jueves, 13 de mayo de 2010

Crónica de la primera etapa, mares de arena


Primer día. Primera hora. Un helicóptero nos sobrevuela rasante y concéntrico, como un buitre leonado. Algunos saludan a la cámara de la televisión que asoma por la ventanilla del copiloto. Será el único momento del día en que nos pase sobre las cabezas a los que vamos por la parte trasera de la comitiva. Estamos de suerte. La noticia va delante. Nosotros a lo nuestro, a disfrutar del desierto.

La etapa comienza con nervios, claro. Y con arena. Es la primera vez que Alfonso se interna en un erg. Qué pena vivir la experiencia así, rodeado de gente, con prisas, camino de un punto de control en mitad de las pequeñas dunas. Pero esto es una carrera, al menos para unos cuantos, y hay que guardar las apariencias y apretar los dientes para no ceder metros entre tu rueda delantera y la trasera del que te precede.

Nos esperan unos 100 km de caminos pedregosos y arenosos, con unos 460 metros de desnivel positivo acumulado. Parecía una etapa de transición, un mero trámite, algo que se pudiese cubrir casi sin pestañear. Pero no. En las dunas pasamos casi 50 minutos. Y luego descubrimos que los caminos (totalmente flechados) no eran autopistas de tierra prensada ni eran tan llanos como uno desearía. La Titan Desert es así. En la tele, cuando ves a los Heras & Co. rodando a 35 km/h por caminos polvorientos, te dejas engañar por las apariencias. Estos chicos exprofesionales literalmente vuelan bajo. Parece que el camino no tenga ni piedras ni boquetes, pero en realidad hay un millón de pedrolos por kilómetro cuadrado. A veces, al verlo en la televisión parece que siempre sea llano, o bajada, o que van en una de esas bicicletas eléctricas en las que solo hay que dar 3 o 4 pedaladas y luego ya arranca el motor eléctrico y sales disparado.

El tandem solo vuela en las bajadas. En el llano pide el plato grande, pero en subida se clava al suelo como un asno en huelga. Yo intento ejercer de zanahoria, alentándole a avanzar un poco más, pero es de un terquedad imbatible.

Más allá de las dunas empieza el rodar rápido del tandem. Parece que Alfonso y Serafín están ansiosos por recuperar el tiempo empleado en el arenal y subir un poco la media. En llano debo exprimirme para abrir hueco en el viento lateral durante un par de horas. Luego empieza a dar por detrás. Yo me alegro. Alfonso se queja. “Prefiero el viento de cara porque refresca”, alega. Yo casi me caigo de la bicicleta al oírle. Pero la verdad es que hace un calor...

Los llanos se suceden pero quedan rotos por oueds pedregosos y arenales sorpresa que sacan de quicio a quien no haya pedaleado nunca por el desierto. “Así no hay manera de avanzar”, se desespera Alfonso, que tiene los ojos llenos de una mezcla de sudor, crema solar y lágrimas del escozor.

De vez en cuando les pregunto qué tal va el tandem. De vez en cuando me responden sinceramente, pero casi siempre mienten: “Bueno... Va bien, excepto cuando nos quedamos clavados en la arena y las calas no salen...”. Ya se han caído varias veces. Yo intento marcarles pasos ideales cuando el camino está impracticable, pero no siempre acierto. Casi siempre se levantan con paciencia, se dan ánimos el uno al otro y vuelven a montar. Otras veces explota la rabia que llevan dentro. Suerte que son buena gente y, sobre todo, buenos amigos.

El punto de inflexión tiene lugar poco después, cuando rodamos en paralelo. De repente, Alfonso se detiene gritando agitadísimo: “¡Ya está! ¡He perdido el pedal!”. Es lo que temíamos desde hacía horas. Al roscar los pedales del revés existe el riesgo de que se aflojen durante el pedaleo y acaben saliéndose.


En la foto, el pedal cuando se rompió poco más tarde, a 30 km de la línea de meta

Alfonso frena de golpe, se baja de la bicicleta maldiciendo y sale caminando de espaldas a nosotros, canalizando su enfado e impotencia, agitando los brazos, encorvado, mirando hacia el suelo y haciendo aspavientos como un espantapájaros.

Yo le miro boquiabierto y mi primer pensamiento es: “¿Dónde va? ¿Se vuelve a casa?”. Solo entiendo lo que pasa cuando se detiene, se gira y suelta: “¡Pues no lo encuentro!”. Y Serafín le contesta: “¡Cómo no lo vas a encontrar! Si el pedal es algo enorme y se te ha caído hace nada...”.

No puedo contener una carcajada. Alfonso se gira y me escruta descompuesto en busca de una respuesta a mi ataque de risa. Seguro que a él no le hace ni puñetera gracia, pero es que el pedal en sí lo lleva clavado en el pie, con eje y todo. Él no lo nota porque el terreno por el que anda es tan arenoso que se hunde bajo sus pasos. Al final nos reímos todos.

Reparada la avería y recuperados de los nervios, reemprendemos la marcha.



La etapa es un trámite, sí, pero menudo trámite. No pasa ni una brizna de aire. Es la calma chicha total de mediodía. Nos quedan solo 35 kilómetros. El camino parece mejorar, pero restan unos metros de ascensión al punto más alto de la etapa. Luego todo será bajada, que se nos antoja rápida, rapidísima. Ya soñamos con llegar al campamento, comer algo, beber algo fresquito, ponernos a la sombra con las piernas en alto...

Entonces ocurre un nuevo incidente. “El pedal otra vez”, grita Alfonso. Esta vez no se baja de la bici a buscarlo. Está clavado al zapato, pero esta vez es distinto. No se ha aflojado la rosca. Se ha partido la unión entre el pedal y su eje. Lo intentamos roscar, pero no es posible. “Joer qué fuerte pedaleáis, chicos, no había visto romperse un pedal nuevo en tan pocos kilómetros...”.

No se me ocurre nada mejor, así que habrá que pedirle a Alfonso que pedalee apoyando el pie sobre el eje desnudo, tal y como hacen muchos niños que van en bicicleta por los pueblos del Atlas.

Pese a las dificultades, avanzamos con los dedos cruzados para que no se rompa nada más y para que nadie se haga daño. Hay que llegar a meta como sea. Lo conseguimos a las 8 horas de la salida, exactamente a las 3 de la tarde. Los más rápidos nos han sacado varias horas, pero no perdemos el sentido del humor y sostenemos que “hemos llegado a la hora de los señores, cuando la mesa ya está servida”.


En la foto, Raúl Hernández de Doctore Bike con las manos en la masa y Peio Ruíz Cabestany supervisando atento el transplante de bielas del tandem.

Lo malo va a ser esta tarde, pues el tandem necesita pasar por quirófano y Ernesto no está hoy de guardia. Habrá que ir al hospital de pago. Por suerte, Raúl, de Doctore Bike, se apiada de nosotros y nos monta unas bielas, eje de pedalier y pedales nuevos en un periquete. Peio Ruíz Cabestany también aporta su granito de arena: mientras Raúl aprieta tornillos con las manos llenas de grasa, el de San Sebastián acaricia el manillar del tandem, como el enfermero que acompaña al herido tras una batalla. Está claro que somos un equipo. Cada día más numeroso.

miércoles, 12 de mayo de 2010

El día antes del primer día, primer calvario

Sin duda lo más duro de un viaje en bicicleta son los preparativos. Luego pedalear es un placer constante, pero hacer y pensar la maleta es verdaderamente durísimo. Y no digamos todo lo que implica meter la bici en un avión: sacarle las ruedas, girarle el manillar, quitarle los pedales, rezar, calcular el volumen que va a ocupar, volver a rezar, recalcular el espacio y calzarla finalmente en una caja de cartón minúscula, a punto de reventar, y sellarla con un kilómetro de cinta adhesiva como si fuera una momia egipcia... Y luego a seguir rezando para que llegue con vida tras el vuelo, para que al aterrizar quede algún radio entero, que la patilla del cambio no se haya doblado, que el cassette de los piñones no haya escarificado la pintura del cuadro y que todo vuelva a encajar una vez fuera de la caja...

La otra parte dura es aterrizar en un país en una latitud distinta, con una temperatura dramáticamente distinta a la del lugar de procedencia, y pensar que al día siguiente tienes que dar el callo sobre la bicicleta sin tiempo humano para acostumbrarte a ese sofoco que empieza en cuando el sol asoma tras el horizonte.

Así es la Titan Desert el primer día. El día que madrugas tanto que la víspera, siendo optimista, en vez de cenar, imaginas que meriendas, y después te vas a la cama pensando que en vez de dormir poquísimo vas a echarte una siesta larga. El día que despegas de El Prat y aterrizas en Er Rachidia, por ejemplo, en un aeropuerto que parece construido en mitad de Marte, sobre una pista blanquecina que te ciega nada más abrirse la compuerta del avión. Y exclamas satisfecho: “Pues no hace tanto calor como creía que iba a hacer”. Y alguien arremete con voz de experiencia: “Es que son las ocho de la mañana. Espérate un par de horitas a ver qué me dices entonces”.

Así es nuestra llegada a Marruecos. Luego superamos una larga fila para sellar el pasaporte y un transfer a Erfoud, hasta un hotel de esos con piscina, tumbonas, sombrillas, atentos camareros, simpáticas encargadas de limpiar las habitaciones, camas dobles, restaurante con buffet libre de horario interminable, alfombras por todas partes, lámparas humeantes de incienso en el baño y un calor insoportable dentro de nuestra habitación, en la que el aparato de aire acondicionado es plenamente capaz de hacer ruido, que varía ligeramente según el botón que apretemos del mando a distancia, pero ni enfría ni da aire ni acondiciona.

El lugar es genial, pero nosotros no hemos venido a descansar precisamente. Tenemos que sacar las bicis de las cajas, ponerles un dorsal de plástico y un chip que merece una fianza de 100 euros (“como lo perdamos ¡qué disgusto, por no decir qué p...!”), probarlas, ajustarlas... “Primero vamos a comer. Luego nos ponemos con las bicis”, resolvemos de mutuo acuerdo.

Después del banquete, aunque da una pereza terrible y la piscina nos tienta, decidimos pasarnos la tarde montando las bicis. Empezamos a las cuatro, cuando el sol y los listos están haciendo la siesta. El proceso ha de pasar rápido. A lo sumo exigirá una hora de trabajos manuales bajo el espléndido Lorenzo, pero topamos muy pronto con un pequeño dilema técnico-teórico: a simple vista, las roscas de tres de las bielas del tandem parecen describir una espiral extraña, invertida. Atónitos intentamos comprender si existe una solución. Evidentemente, con cara de repoker, tardamos pocos segundos en comprender que no la encontraremos solos y vamos a buscar ayuda.

La ayuda la necesitamos incluso para explicar lo que sucede con las roscas de las bielas, pero a medida que vamos de un mecánico a otro perfeccionamos el discurso, que parece más surrealista que un cuento de Cortázar, y cada vez perdemos menos tiempo delante de cada uno de los mecánicos. Todos ellos, muy dispuestos a echar una mano a los “locos del tandem”, nos escuchan atentos, pero su expresión es la misma que si le planteáramos a George Bush la conjetura de Poncairé. Está claro que el mundo del tandem no está de moda.

Nadie sabe ayudarnos. Y como no tenemos el teléfono móvil de Grigori Perelmán para que nos cuente cómo solucionó el problema matemático más difícil de la historia, pues acudimos a Ernesto Romero, un mecánico de motos que tiene un taller en la Barceloneta y que es todo altruismo y además de conocimientos posee herramientas muy raras y encima sabe utilizarlas. Total: un chollo de hombre. El año que viene lo incluiremos en el equipo.

Nada más ponerse los guantes de faena, Ernesto, a partir de ahora el “cirujano”, se percata de algo que nos ha pasado desapercibido: parece ser que la super mano de Alfonso, que es más fuerte que un gorila de lomo plateado, guiada por la costumbre de roscar los pedales en el sentido lógico y normal, ha pasado las primeras dos vueltas de la rosca de la biela izquierda delantera. Por eso no entra ni para un lado ni para el otro.

En ese momento el pobre de Ernesto no sabe dónde se ha metido, pero ya es demasiado tarde. Lo hemos fichado por un módico precio: cero euros, lo que equivale a cero “titanitos” (la moneda oficial de la Titan Desert, no es broma). Por este motivo decidimos intentar abusar de él y de sus energías lo mínimo posible.

Pese a ello, Ernesto se pasa una hora atornillando a contrarosca el pedal, creando un nuevo paso a base de esfuerzo y pericia. Uff, uff, uff... Suda, respira con fuerza, sigue sudando... Uff... Y nosotros allí plantados de pie, mirando impotentes, avergonzados, inútiles, con cara de niñatos que no saben hacer la o con un canuto, pensando culpables en lo bien que estaría Ernesto en la piscina del hotel en vez de acuclillado bajo el tandem...

El problema no termina al redibujar la rosca de aquella biela. De las otras tres, dos se atornillan también del revés, con lo que los pedales, tipo Shimano SPD, quedan al revés. “Estos pedales no son reversibles. Tienen delante y detrás”, apunta Ernesto. “Los Look y los Crack Brothers no os darían este problema”, continúa. Al ver que ponemos cara de turista japonés estafado por un trilero en las Ramblas, el pobre está a punto de darnos por imposibles, pero enseguida propone un nuevo plan. Ernesto es como Hannibal Smith, el equipo A. “No hay otra solución que girar 180 grados los enganches de las zapatillas”, concluye. En vez de calar pisando primero con la parte anterior del pie y luego con la trasera, Alfonso y Serafín deberán acostumbrarse a hacerlo al revés. Ideal: el primer día en la Titan Desert, con bici nueva y los pedales del revés. La otra opción es ir hasta el pueblo y comprar unos pedales normales, de esos que llevan las bicicletas de los críos.

Pese al contratiempo, a la hora de la cena ya estamos más tranquilos. Nos ha llevado 6 horas montar 4 pedales y poner los sillines y los manillares a la altura. Con el lío, hemos olvidado comprobar la presión de los neumáticos y de las amortiguaciones del tandem. Josu Garai, enviado especial del diario Marca, nos pilla a las 11 de la noche dando vueltas por los boxes, alumbrados por una linterna, dando voces y lanzando improperios al hiperespacio al constatar lo difícil que es calar y descalar los pedales con las calas del revés.

“Esto es imposible”, grita Alfonso. “Pues a mi no me va tan mal”, contesta Serafín. “Pues a mi fatal”, arremete el primero. “Pues habrá que intentarlo”, responde Serafín. Y se hace el silencio bajo un cielo cubierto de estrellas y empezamos a roncar a tres bandas. Mi último pensamiento del día es: “Cómo odio que el despertador del teléfono móvil te diga lo que te falta para que suene la alarma cuando la estás programando... Cuatro horas y dos minutos...”.

***Mañana, la crónica de la primera etapa...

domingo, 9 de mayo de 2010

Nota de prensa final TITAN DESERT 2010

El equipo El Camino de los Satélites de la Fundación Tecnología Social completa en tandem la Titan Desert más dura de la historia

Serafín Zubiri ha capitaneado el único tandem participante en la edición del 2010, consiguiendo una nueva victoria moral al terminar el recorrido pese a la dureza de las dos etapas de montaña de que constaba el itinerario


En su quinta edición la Titan Desert se ha superado a sí misma. Si ya antes se la consideraba como una de las carreras ciclistas de aventura más exigentes del calendario, en 2010 ha subido varios puestos en el ranking. Ha constado de nada menos que 475 kilómetros en los que los ciclistas debían pedalear en solo cinco días, por sus propios medios y sin equipos de asistencia, a través del desierto del Sáhara, en el sur de Marruecos. La novedad de esta edición ha sido el papel preponderante de la montaña, pues la carrera ha superado las remotas montañas del sur del Atlas, a los que se accede únicamente por tortuosos caminos que superan los 2.200 metros de altitud.

Dunas y pedregales
Tras dos primeras etapas por zonas de dunas y pedregales que sumaron 205 kilómetros, el tercer día de carrera empezaba el verdadero reto para el equipo El Camino de los Satélites, de la Fundación Tecnología Social. Los puertos de montaña de esta zona del Atlas tienen pendientes del 15 al 20%, con un firme pedregoso e irregular que hace especialmente difícil circular en tandem. Pese a las dificultades, Serafín Zubiri, Alfonso Darias (piloto del tandem) y Sergio Fernández (guía y orientador en bicicleta normal) mantuvieron un ritmo regular desde el primer kilómetro con la intención de completar el recorrido en el tiempo máximo establecido por el reglamento.

El tandem también va a la montaña
La etapa de montaña constaba de 235 km y estaba dividida en dos sectores. El primero era de 101 kilómetros y más de 1.800 metros de desnivel positivo. El tiempo límite eran 10 horas. La ascensión se alargó durante los primeros 70 km de etapa, hasta alcanzar los 2.200 metros de altitud. A partir de ahí, el cronómetro obligó a Alfonso Darias a afrontar el vertiginoso descenso a toda velocidad, superando a numerosos participantes y entrando en meta dentro del plazo previsto con un margen de 20 minutos.

Entre los dos sectores de la etapa maratón todos los participantes pasaron la noche en un precario campamento en mitad de un altiplano, a 1.700 metros de altura, durmiendo en una gran haima con los sacos de dormir que ellos mismos habían cargado en sus mochilas durante todo el trayecto.

Segundas partes...
A la mañana siguiente empezaba la segunda parte de la super etapa. Por delante quedaban otros 135 kilómetros con otros dos puertos de montaña, además de un descenso final con sorpresa a través de un río que los participantes tuvieron que vadear una docena de veces en el que era imposible recuperar el tiempo perdido durante la interminable ascensión. La misión parecía imposible para un tandem, pero el equipo El Camino de los Satélites no dio el brazo a torcer en ningún momento.

“Fuimos dentro de tiempo hasta que llegamos al río pese a que no podíamos usar el plato grande en las bajadas en toda la etapa”, declaraba Serafín Zubiri al llegar a meta, justo cuando el sol se ponía. Habían pasado doce horas luchando, pedaleando codo con codo, pero una avería en el plato y una desgraciada rotura de la cadena de la bicicleta les retrasó los diez minutos en el horario fijado por la organización para entrar en meta. Al pasar bajo el arco de llegada, exhaustos, recibieron una calurosa ovación de varios minutos por parte del resto de participantes.

Al día siguiente solo restaba una breve etapa de 65 km hasta Ouarzazate con pocos desniveles. Al llegar a meta final, el quinto día de carrera, Serafín Zubiri declaraba satisfecho haber alcanzado el objetivo: “Hemos demostrado una vez más que la voluntad no tiene límites. Este año hemos sufrido muchísimas averías mecánicas, desde el primer día, que rompimos un pedal y tuvimos que pedalear 30 kilómetros a través de caminos arenosos casi sin poder apoyarnos, hasta el último día, en que solo podíamos utilizar el plato pequeño de la bici, incluso en las bajadas. Todas estas dificultades nos han exigido dar lo mejor de nosotros, trabajar en equipo constantemente y, sobre todo, no rendirnos nunca”.

Por su parte, Alfonso Darias, piloto del tandem, se declaraba “enormemente satisfecho de lo conseguido, pero sobre todo contento de poder haber compartido esta aventura con el resto del equipo”.

Sergio Fernández, que en 2009 participó también en tandem junto a Serafín Zubiri en esta misma carrera, en 2010 se ha encargado de la navegación del equipo. En la meta final declaraba: “Ha sido un placer y un honor compartir estos días y esta aventura con Serafín y Alfonso. Hemos vivido como un equipo y hemos superado todas las dificultades juntos. Y pese a las dificultades, hemos llegado a meta muy felices por la experiencia”.



El equipo El Camino de los Satélites está profundamente agradecido a todos los que han creído en el proyecto, depositando su confianza en la fuerza y el espíritu del equipo tandem, por el apoyo de la Fundación Tecnología Social y de diversas empresas vinculadas al mundo del deporte en general y el ciclismo en particular, como MSC Bikes (tandem), BEST (ropa de ciclismo personalizada), Power Bar (alimentación deportiva), On Fitness Center (centro deportivo en Pamplona), DiR (centros deportivos en Barcelona), TwoNav CompeGPS (tecnología para orientarse) y Maxxis (neumáticos).


Para más información, fotografías y crónicas de las etapas:

www.conunparderuedas.com

http://blogs.menshealth.es/titan-desert

sábado, 1 de mayo de 2010

GPSí, GPSno...



Desde hace un mes en conunparderuedas contamos con un nuevo colaborador que nos ha facilitado la 'alfabetización' digital. Me han hecho una entrevista para su web, su facebook, su twitter (o algo así)... Pero como yo no tengo facebook, pues la cuelgo aquí, por si alguien tampoco tiene y quiere saber lo que pienso del GPS aplicado a las rutas en mountain bike, porqué no lo usaba en los desiertos y porqué ahora sí lo utilizo.

Este es el texto original:

Sergio Fernández Tolosa, cicloviajero y periodista

“Me gustan los mapas, por eso creo que los nuevos GPS que admiten mapas son ideales para diseñar y trazar rutas”

Hemos pedido a Sergio Fernández Tolosa, periodista y viajero conocido por sus reportajes y libros de travesías en bicicleta por los desiertos más grandes del mundo (7 desiertos con un par de ruedas), que nos hable de sus experiencias con el sistema de orientación GPS.

¿Cuál fue tu primer contacto con un GPS?
Hace 6 o 7 años el director de la revista Solo Bici me pidió que hiciera un curso rápido de GPS para dar luego mi opinión sobre el uso del GPS aplicado a las rutas en mountain bike. Me dejaron un receptor de gama media-alta que costaba unos 250 euros, un libro de instrucciones y un juego de pilas alcalinas. Lo utilicé durante un mes comprando pilas extra y bajándome tracks de internet de rutas hechas por otros ciclistas que luego fui a hacerlas yo. Mi primera impresión, como le sucedía a muchos otros usuarios acostumbrados al uso de mapas topográficos en los que puedes ver lo que hay más allá de la línea del track, fue que el GPS era muy útil para seguir rutas establecidas o grabar nuevas rutas para luego compartirlas o repetirlas, pero no lo veía tan práctico como el mapa para improvisar sobre la marcha, cambiar el itinerario en función de la meteorología, etc.

¿Esa fue tu conclusión?
Creo que el GPS es muy práctico para todo el que tiene dificultades para leer mapas topográficos, pero creo que debe considerarse como una herramienta de orientación más, no como la única. El GPS te dice dónde estás, pero eres tú quien debe decidir dónde quieres ir. Aprender a navegar con GPS puede ser fácil, pero depender exclusivamente de él no es algo recomendable. En este sentido, creo que trazando rutas en CompeGPS Land desde el ordenador se puede aprender a leer mapas de forma más fácil una vez estás en el terreno. Solo es cuestión de querer y fijarse un poco.

¿Qué pasó con aquel GPS de la revista?
Le devolví el GPS al redactor jefe de la revista y seguí haciendo lo de siempre. Comprando mapas, trazando rutas, estudiando itinerarios... Y luego disfrutando de ellos. El mapa tiene sus ventajas: cuesta unos 10 euros, lo puedes doblar, cortar, marcar... E inconvenientes: se moja, se rompe, envejece, pierde actualidad... Y evidentemente no te dice dónde estás. Lo debes adivinar tú leyendo el paisaje. A veces he ido a la montaña con gente que se declara incapaz de leer un mapa. Creen que es un don o algo así. Pero en realidad se puede aprender. Yo sigo aprendiendo cada día. Recuerdo que en mis primeras salidas al monte, de adolescente, siempre me perdía. Para mí la orientación es un juego, una diversión añadida. Pero el GPS te da seguridad y fiabilidad cuando la necesitas, en un rescate, por ejemplo.

¿Cuál fue tu primera experiencia con el GPS en el desierto?
Hace exactamente hace un año fui a la Titan Desert en tandem de montaña adaptado con Serafín Zubiri. Para ello me prestaron un GPS muy sencillo en el que, como el resto de participantes, me limité a introducir a mano cada noche los waypoints de los puntos de avituallamiento, controles y meta de la etapa del día siguiente que nos facilitaba la organización de la carrera. El GPS fue verdaderamente útil en la segunda etapa, la única que no balizaron cada pocos metros con cintas de plástico y en la única que no disponíamos de roadbook durante todo el recorrido. Hubo un punto en el que tuvimos que navegar campo a través durante unos 25 kilómetros. No parece mucho, pero en bicicleta eso son dos horas de “incertidumbre". El GPS indicaba un rumbo al siguiente waypoint y todos seguíamos, en teoría, la misma dirección. Para mí era la primera vez que trazaba un rumbo en el desierto con GPS. Recuerdo que en aquella etapa arriesgué un poco: mi intuición me dijo que debíamos abrirnos un poco hacia el norte, puesto que el waypoint estaba en realidad al final de un larguísimo djebel (una cadena montañosa imposible de superar en bici) que tenía forma de arco y que debíamos rodear hasta su extremo oeste. Ir en línea recta implicaba toparse con el djebel y tener que rodearlo, así que opté por apartar nuestro rumbo hacia una zona donde a primera vista el terreno era más compacto y ciclable. El resto del grupo en el que íbamos optó por seguir la flecha de la pantalla a rajatabla, aparentemente ahorrando metros. Nosotros poco más allá encontramos una pista por la que pudimos rodar muy rápido, ganando mucho tiempo. En ese momento tuvimos suerte, puesto que yo, al igual que la mayoría de los participantes, desconocía la existencia de esa pista, por lo que la importancia de llevar mapa volvió a quedar patente. Otra cuestión es que esa pista aparezca en el mapa, claro...

¿Y tu más reciente experiencia con un GPS?
Hace un mes nos prestaron un TwoNav Sportiva para cubrir el itinerario de la travesía Tracks del Diable, que se basa en un 90% en senderos y se realiza íntegramente con GPS, siguiendo un track que te facilita la organización. Fueron 5 días de intensa y estrecha convivencia con el GPS. Enseguida noté que la cosa había cambiado mucho respecto a los GPS antiguos porque el Sportiva que nos dejaron tenía pantalla en color y mapas topográficos de escala 1:25.000. Ya no solo veía un triángulo parpadeando en la pantalla y una línea negra. Ahora podía ver en colores el mapa por el que me estaba moviendo: caminos paralelos, arroyos, curvas de nivel, sendas... Todas esas señales a mí me son muy útiles para tomar decisiones si quiero cambiar el recorrido, tomar atajos, volver a casa antes de hora, dar rodeos para llegar a una ermita...

¿Qué es el GPS para ti?
Hoy el GPS es una herramienta para mí. No es que yo sea o fuera reacio a usar GPS, pero es que antes no lo veía realmente útil para lo que yo hacía. En mis expediciones por los 7 desiertos no considero que fuese tan difícil orientarse como algunos piensan y sí lo era, en cambio, encontrar pilas o baterías cargadas. Yo viajaba sin cargador solar. No quería más peso en mi equipaje. Y preferí dar prioridad a las baterías de mi cámara de fotos y video para los reportajes que tenía que hacer. Era una cuestión práctica. Hoy miro atrás y sé que algunas veces habría sido recomendable llevar un GPS, solo por si acaso, por una emergencia. Pero hoy las rutas que suelo hacer por aquí, en el Pirineo, en el Montseny, en cualquier rincón de España, sí me permiten recargar las baterías sin problemas casi cada día.

¿Lo usas en tu trabajo?
En el último mes he hecho dos trabajos con el CompeGPS, estudiando y marcando la ruta sobre el mapa digital, para luego ir a hacerla sobre el terreno con el TwoNav Sportiva, donde puedes seguir tomando alternativas y dispones de mucha información que puede ser muy práctica.

¿En qué terreno te cuesta más orientarte del modo tradicional?
En la media y baja montaña para mí todos los desniveles y accidentes orográficos se parecen. Hay miles de caminos y sendas, nuevos, viejos, recién abiertos, perdidos... Los mapas no contienen todas las sendas ni están siempre actualizados, así que es fácil equivocarse. En el desierto las cosas son más evidentes y hay mayor margen de error. En un terreno de media montaña en pleno bosque bajar por un cañón equivocado es difícil de remediar sin volver atrás.

¿Un consejo para ir de ruta con GPS?
Primero, que el GPS admita mapas de escala 1:50.000 como mínimo, que cargue bien las baterías, que lea bien las instrucciones primero y, por si acaso, que lleve un mapa.