lunes, 16 de febrero de 2015

Fat Bikes, las auténticas bicis todoterreno

- “Pero, ¿es posible ir en bicicleta sobre la arena?”.

- Todo dependerá de
múltiples factores, como la cantidad de arena y su estado –si está húmeda, compacta o pisada, hay más opciones de cruzar un banco de arena sin quedarse clavado–, pero también de la bicicleta, del balón de los neumáticos, de la presión de inflado, de si llevamos o no equipaje, del desnivel, de si el viento es favorable...


- “¿Y sobre la nieve?”.

- Pues... ¿Ídem?

Amelia y la Surly Ice Cream Truck, bajo el arcoíris de salida del Surly Fat Day.

Nuestra primera vez

Hace unas semanas, con motivo del Surly Fat Day, tuvimos la oportunidad de probar por primera vez tres genuinas fat bikes sobre el elemento natural para el que fueron ideadas estas bicicletas, y el estreno no pudo ser más satisfactorio.

La fiesta era el domingo, así que el sábado viajamos a la estación de Guils Fontanera, en La Cerdanya, para ayudar a David Casalprim (The lost rider rides again),
mecánico y corresponsable de la tienda EspaiBici de Barcelona, a trazar y marcar un circuito para que al día siguiente todos los asistentes al evento disfrutasen de las distintas fat bikes de Surly en toda clase de terrenos y nieves.

El sábado, disfrutando del circuito, con una Surly Moonlander, en Guils Fontanera.

Mientras reconocíamos el terreno, aunque nos sentimos algo torpes al principio, pudimos saborear la placentera sensación de pedalear sobre distintos tipos de nieve, avanzando por pistas forestales y algunos caminos con tres fat bikes distintas: la Surly Moonlander, la Surly Pugsley y la Surly Ice Cream Truck.

El Surly Fat Day fue un éxito: cien bikers se acercaron para probar
las genuinas fat bikes de Surly.

También estuvieron Juan y Clara (la incansable husky) de Routes & Adventures,
que disponen de una buena flota de fat bikes de alquiler.

La gente de Ciclogenesis (Jaca) trajo su Surly Krampus
preparada para aventuras bikepacking.

Sensaciones puras
El circuito tenía 3’5 km y lo cierto es que, pese al frío y el viento que hizo, lo pasamos en grande. En nieve compacta, la sensación era sublime. ¡Vas en bici por un paisaje y un firme realmente distinto del habitual! En cambio, en nieve virgen y profunda, como era de prever, el invento no rodaba tan bien y tocaba bajarse y empujar unos metros. En zonas de nieves intermedias, la verdad es que notamos una sutil diferencia entre las ruedas de la Ice Cream Truck, de 4’8 pulgadas, y las de la Pugsley, de 3’8 pulgadas.

Laponia, paraíso fat biker. Foto: David Casalprim

Laponia en invierno
Aunque parezca que son una moda del momento actual, el fenómeno de las fat bikes no es en absoluto algo nuevo. David Casalprim, sin ir más lejos, hace un lustro que se escapa cada invierno para pedalear en fat bike por Laponia.
En estos años hemos sido testigos de la evolución de sus incursiones por este terreno aparentemente tan hostil para las bicicletas, y de cómo, a base de practicar el binomio ensayo-error, se ha convertido en un experto en la materia. Cada año, a su regreso, nos contaba lo que había ido bien y lo que no había ido tan bien, y nos enseñaba fotos de gélidos vivacs, trineos que no funcionaban y cabañas con sauna y estufa situadas en mitad de la nada.

David Casalprim, de perfil, durante la charla-audiovisual
que ofreció en La Molina la víspera del Surly Fat Day.

Con la experiencia que acumula, este año David ha organizado un viaje guiado
junto a Tarannà Club de Viatges, para afrontar 270 km de travesía por el norte de Finlandia, repartidos en 6 etapas, durmiendo en cabañas forestales y con una moto de nieve como vehículo de apoyo para el transporte de equipajes. Según David, es la mejor manera de disfrutar de la nieve en fat bike.
Si alguien se anima, aquí está toda la información: Viaje a Laponia en bicicleta con David Casalprim
 

Yo, Sergio, que soy la persona más friolera que conozco, ya estoy apuntado. ¡Os seguiremos informando!

domingo, 1 de febrero de 2015

Montane Grand Tour 55: con la casa a cuestas

Tras haber disfrutado en diversas ocasiones de la Transpirenaica en bicicleta de montaña, un pensamiento nos rondaba la mente desde hacía tiempo: ¿cómo sería ir de mar a mar con la casa a cuestas pero sin ruedas?

¡¡¡Hoy me siento Flex!!! ¡¡¡He dormido bien!!!

Después de varias experiencias muy satisfactorias de trekking de varios días –el Tour del Montblanc en los Alpes, la travesía de Landmannalaugar a Skógafoss en Islandia, etc.–, soñábamos con embarcarnos en una aventura a pie más larga, de varias semanas, sin ver pueblos durante días, ni carreteras, cargando con nuestro equipo y comida, siendo autónomos, cogiendo agua de los ríos, durmiendo bajo las estrellas, viviendo en pleno contacto pleno con la naturaleza...

Enseguida comprendimos que nuestro primer viaje de estas características tenía que ser en nuestro queridísimo Pirineo y, por qué no, la travesía completa, de mar a mar. Eso sí, sin prisas.

Cada día montamos el campamento en un paraíso diferente.

Una vez decidido, nos pusimos manos a la obra: cartografía, equipación, calzado, materiales, comida, etc. Llevarlo todo sobre nuestros hombros durante tantos días era una experiencia completamente nueva para nosotros. Debíamos sopesar cada detalle, y nos parecía clave acertar a la primera en la elección de los materiales.

Ligereza, resistencia y calidad
La mayor parte de la equipación ya la teníamos, pero había un elemento básico que necesitábamos específicamente para esta travesía: una mochila de montaña grande, pero a la vez ligera, cómoda y resistente. Casi nada… Sin embargo, el destino quiso que diésemos con una fantástica compañera de viaje, la Grand Tour 55 de Montane, que encajaba a la perfección con lo que andábamos buscando. Es una mochila grande, pero manejable, ligera, cómoda, resistente, con diferentes compartimentos y bolsillos, impermeable, práctica, y con un diseño que permite llevar por fuera la esterilla, la tienda, los bastones, las cantimploras y el piolet. En definitiva, una mochila específica para largas travesías de trekking.

Entre La Cerdanya y Andorra, por el GR-11.

Con la casa a cuestas
La Grand Tour 55 de Montane nos pareció perfecta: con una capacidad de 55 litros –ni muy grande ni muy pequeña–, es una mochila muy ligera –sólo pesa 1.160 gramos–, muy práctica –no le falta detalle–, con unos acabados impecables –todos los tejidos, costuras, hebillas, tancas, cremalleras, cinchas de compresión y cierres son de última generación, y se pueden manipular con guantes–, resistente –tras 38 días de trekking y vivacs seguía perfecta, sin un solo rasguño–, cómoda y, además, bonita.

Piolet, esterilla, tienda y cantimploras,
perfectamente acopladas.

Desde el principio, su interior nos pareció muy amplio –efecto bolso de Mary Poppins–, como si en realidad tuviese una capacidad superior a los 55 litros que indica el fabricante, pues hemos tenido otras mochilas de capacidad similar en las que no nos cabían tan bien las cosas. Además, sus múltiples compartimentos y bolsillos –grandes y pequeños, exteriores e interiores– permiten organizar todo y acceder más fácilmente a aquello que buscas en cada momento. Nos parecieron súper prácticos dos grandes bolsillos exteriores muy ventilados y elásticos, pensados para guardar prendas húmedas e ideales también para todo aquello que necesitemos más a mano (funda de lluvia, gorra, cortavientos, guantes, etc.).

Monte Perdido y su glaciar menguante.

La Grand Tour 55 de Montane es además una mochila muy cómoda y ergonómica. Desde el primer día, incluso con mucho peso, se adaptó perfectamente a nosotros. Regulando y ajustando las múltiples cinchas y el cinturón, se consigue que quede muy bien acoplada en espalda y caderas, de manera que no ejerce presión en los hombros. Además, existe una versión de la Grand Tour 55 específica para mujer –la que lleva Amelia–, algo más corta y ancha que el modelo de hombre. Por otra parte, la espalda cuenta con un sistema de ventilación y evacuación del sudor que nos pareció muy efectivo.

Por Certascán, camino del Val d'Aran.

Saliendo de Andorra, contrabando de galletas y Toblerones ;-)

Respecto a si es resistente al agua o no, lo cierto es que aunque nos llovió bastante durante el viaje, no lo comprobamos. Por experiencias previas, pensamos que es preferible cubrir la mochila con una funda impermeable extra, y así estar completamente seguros de que nuestro saco de dormir permanece seco. Quizá algún día, más cerca de casa, hagamos la prueba.

Rumbo a la nube.

Con mochila ¡¡¡también a la playa!!!
Foto de llegada en Hendaya ;-)

Contacto del distribuidor de Montane en España: Esportiva Aksa.