Se fueron las lluvias y llegó el sol. Y aprovechamos el anticiclón para ir a l’Empordà (al norte de la Costa Brava, en Girona) para disfrutar de unos días de mountain bike y hacer un reportaje sobre una nueva ruta de mountain bike propuesta por Outdoor Empordà llamada Gran Volta a l’Empordà.
Entre paisajes espectaculares como el macizo de Montgrí, las islas Medes y la sierra de Les Gavarres, siempre con el Canigó nevado de fondo, disfrutamos de un cuidadísimo itinerario de 188 km en tres magníficos días de sol, pedaleando por toda clase de terrenos.
Aunque en la ruta predominan los caminos y pistas, también hay tramos de sendas y sectores técnicos. Entre muchas otras, precisamente pasamos por algunas trialeras que hace un poco más de 20 años (pero qué viejo soy!!!) me sirvieron para descubrir que el mountain bike es algo más que pedalear por caminos bien pisados.
Me encanta rodar por Les Gavarres, esa sierra de formas desgastadas cubierta por encinares y alcornoques, plagada de caminos y sendas, dólmenes, pozos de hielo y hornos de cal, masías en ruinas, ermitas, recodos de paz… Estos montes que el escritor Josep Pla describió como “elefantíacos” son el patio del recreo de mi niñez como ciclista.
Considero que la conozco bastante bien, sobre todo su extremo oriental. De adolescente hice muchas excursiones por sus accidentados valles, sumando kilómetros y desniveles sin saber lo que era un GPS o un altímetro, ni siquiera un mapa topográfico. Investigaba, me perdía, llegaba a túneles sin salida, regresaba como podía… La Gran Volta a l’Empordà me ha descubierto nuevos rincones a través de un itinerario variado y dinámico en el que no hay excesivos desniveles acumulados (mil metros positivos de media por jornada), lo que la convierte en una ruta que se puede hacer en sólo dos días si estás bien entrenado, perfecta para disfrutar durante un fin de semana y también ideal para iniciarse en este tipo de travesías. A mí, además, me ha servido para sentir la dulce nostalgia de regresar a un lugar que descubrí mucho tiempo atrás, justo cuando daba mis primeras pedaladas. Volver casualmente a esos mismos parajes, situarlos por primera vez en un mapa, y hacerlo pedaleando, ha sido verdaderamente revitalizante.