Ayer tuve un día completito. De entrada pedaleé junto al mar, por el bici-carril del Maresme, hasta las oficinas de CompeGPS, donde teníamos la reunión anual para hablar de sus GPS, comentar nuevos proyectos, etc. Me gustó comprobar que los planes de este año les arrancaban una sonrisa de la cara. La verdad es que son un poco locos, los de este año… Deben de ser cosas de la edad, que uno se acerca a los cuarenta y tiene que empezar a soñar con locuras para salirse de la rueda del hamster.
Después de la reunión vino lo mejor. Eran casi las 14 h cuando retomaba mi mountain bike con tal de regresar a casa. Por la mañana, junto al mar, había rodado 45 km sin apenas desniveles. Ahora me disponía a aprovechar el track de un colega que bajé de wikiloc, el portal de intercambio de tracks por excelencia, para disfrutar de una tarde de puro mountain bike. Primero ascensión muy exigente hasta el santuario de El Corredor desde Arenys de Munt por una vertiente que jamás había escalado, después trialeras húmedas hacia Dosrius y a partir de ahí un sinfín de sube y bajas que me regalaron la primera pájara en muchos meses. Al final, 120 km con 2.000 metros de desnivel positivo, 2 Power Bar, 2 Power Gel y una docena de RideShots (no comí nada más en todo el día). Al margen de los datos objetivos, ganan las sensaciones: un cúmulo de ellas me recorren el cerebro, pero hoy las recuerdo entre borrosas y extenuantes, subidas al límite (algunas rozando el 30%), bajadas muy rápidas, trialeras de lo más excitantes, vertiginosas panorámicas aéreas de los pueblos de la costa desde lo más alto de la sierra…
Cuando el sol se puso tras el Tibidabo, yo me asomaba a la última estribación de la sierra Marina, divisando ya el hospital de Can Ruti, con las piernas tan flaqueantes como los brazos, con los niveles de glúcidos por el subsuelo del alma, creyendo desde hacía horas que no podría con ninguna otra subida… Pero sí que podía, claro. Eso sí, creo que jamás me había alegrado tanto de ver las tres chimeneas de Badalona… Al llegar a casa temblaba más que un galgo en el Polo Norte, estaba más doblado que los relojes de Dalí.
Ayer descubrí que un día de reuniones puede ser también una gran aventura. Sólo se trata de plantearse la vida de la forma adecuada. Ayer volví a comprender que la felicidad no es a qué hora llegas, sino el tiempo que disfrutas yendo. Ayer descubrí que en bici es mejor.