El jueves sentí por primera vez este año una gota de sudor cayéndome por la frente vestido de calle (las de los entrenamientos no cuentan). "¿¡Ha llegado la primavera!?", pensé feliz. El sol calentaba y yo iba cargado como un mulo con la mochila llena de libros para la charla de Bicimundo en Manzanares el Real, pero también las raquetas de nieve, los bastones, las botas de invierno, el ordenador... y una caja de madera llena de botellas de sidra obsequio de la gente de Amalur, de Tolosa. Por las calles de Madrid hacía calor y el abrigo me sobraba. Pero no me quité nada. No me importaba sudar.
El viernes fue de otro color. Gris panzaburra. Casi opaco. Pero hicimos nuestra la frase de "a mal tiempo buena cara" y subimos a La Pedriza a pasear. Llovía, pero quedó claro que teníamos ganas de respirar y transpirar. Al final anduvimos 6 horas entre caos de rocas inmensas, algo desorientados por la niebla, las nubes bajas y la falta de mapa... Vimos a las cabras y algún que otro excursionista, pero el día fue tranquilo más allá del aparcamiento.
Prueba de ello es la foto, en la que David y Jose posan y simulan que buscan la señal del PR, siempre esquiva, que podría haber ilustrado la noticia "tres excursionistas se pierden en el Día del Padre dando un paseo por el monte". Al final quedó en nada, pero la próxima vez seguiremos adelante, hasta los Picos de Europa.