La ruta se puede hacer a pie, a caballo o en bicicleta de montaña, pero cada disciplina tiene sus propias variantes, pensadas todas ellas para disfrutar al máximo de cada uno de los deportes. En lo que la mountain bike se refiere, es una ruta exigente, con subidas duras (acumula unos 6.000 metros positivos en 170 km de caminos, sendas y algún breve tramo de carretera de alta montaña), trialeras divertidas, descensos interminables y paisajes muy variados.
De todo lo que he visto y vivido estos días, no sé con qué quedarme: si con los ciervos huidizos de los bosques del Catllaràs, los pétreos escenarios irreales del Moixeró, las marmotas de los prados pirenaicos, las siempre interesantes conversaciones con los guardas de los refugios… Ellos y ellas son, de alguna manera, los ermitaños de nuestro tiempo: personas que optan por vivir en plena naturaleza, pero no escondidos, huraños o inaccesibles, sino prestando un servicio a los que de vez en cuando, en nuestro tiempo libre, osamos ir más allá del mundo de hormigón para fusionarnos con la naturaleza, tomando la dosis necesaria de aire puro, sosiego y calma.
Teniendo en cuenta los alojamientos disponibles, las etapas se pueden diseñar a medida de cada cual (y de sus piernas). Yo, como tenía que hacer fotos (qué gran excusa para pedir una moratoria y disfrutar más días de estos parajes!!) repartí el kilometraje entre 5 jornadas, parando a dormir en los refugios de Ardericó, Erols, Niu de l’Aliga y el albergue de La Closa.
Los hay (y las hay) que la completan en muchos días menos, pero la verdad es que hay que estar muy fuerte para hacerlo en menos de 4 días, tiempo que considero que es el más adecuado para esta ruta si tenemos un buen fondo.